El arte de la crueldad 
(manifiesto metatextual)



Se ha perdido una idea del arte. Y mientras el arte contemporáneo se limite a resucitar periódicamente el ready-made, no será raro que las mayorías se aparten de él, y que el público común busque en el cine, en las series o en los videojuegos satisfacciones violentas, de claras intenciones.

El arte contemporáneo nos han desacostumbrado a esa acción inmediata y violenta que debe tener el arte. A su vez el cine, que nos asesina con imágenes de segunda mano filtradas por una máquina, y que no pueden alcanzar ya nuestra sensibilidad, nos mantiene desde hace décadas en un embotamiento estéril, donde parecen zozobrar todas nuestras facultades.

En el período angustioso y catastrófico en que vivimos necesitamos urgentemente un arte que no sea superado por los acontecimientos, que tenga en nosotros un eco profundo, y que domine la inestabilidad de la época.

Nuestra afición a los espectáculos divertidos nos ha hecho olvidar la idea de un arte serio que trastorne todos nuestros preconceptos, que nos inspire en el magnetismo ardiente de sus imágenes, y actúe en nosotros como una terapéutica espiritual de imborrable efecto.

Todo cuanto actúa es una crueldad. Con esta idea de una acción extrema llevada a sus últimos límites debe renovarse el arte. El arte debe darnos todo cuanto pueda encontrarse en el amor, en el crimen, en la guerra o en la locura si quiere recobrar su necesidad.

Queremos transformar al arte en una realidad verosímil, y que sea para el corazón y los sentidos ese especie de mordedura concreta que acompaña a toda verdadera sensación. Así como nos afectan los sueños, y la realidad afecta los sueños, creemos que las imágenes del pensamiento pueden identificarse con un sueño, que será eficaz si se lo proyecta con violencia precisa. Y el público creerá en los sueños del arte, si los acepta realmente como sueños y no como copia servil de la realidad, si le permiten liberar en él mismo la libertad mágica del sueño, que sólo puede reconocer impregnada de crueldad y terror.

De ahí este recurso a la crueldad y al terror, aunque en una vasta escala, de una amplitud que sondee toda nuestra vitalidad y nos confronte con todas nuestras posibilidades.

Para poder alcanzar la sensibilidad del espectador en todas sus caras, preconizamos una obra relacional, que en vez de transformar el muro blanco y el lugar del espectador en dos mundos cerrados, sin posible comunicación, invite al público a su interacción para completar la obra.

Hablando prácticamente, queremos resucitar una idea de la obra total, donde el arte recobre del cine, de las series, de los videojuegos y de la vida misma lo que siempre fue suyo. Pues esta separación entre el arte analítico y el mundo plástico nos parece una estupidez. Es imposible separar el cuerpo del espíritu, o los sentidos de la inteligencia, sobre todo en un dominio donde la fatiga sin cesar renovada de los órganos necesita bruscas e intensas sacudidas que reaviven nuestro entendimiento.




Apropiación del texto “El teatro de la crueldad” de Antonin Artaud.

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