Quienes gobernaban las categorías cognitivas que regulaban el acceso a esta cima del arte mundial excluían a priori a cuantos se movían en los mercados menores del arte (...).
Por lo que respecta a la producción transgresora, outsider, “loca”, la cuestión era más delicada y compleja. Una pequeña parte de ella debía ser forzosamente “recuperada” e integrada, pues todo el sistema se basaba en el rechazo del arte tradicional y en las transgresiones de la vanguardia histórica. Pero la consagración había de quedar limitada a los rarísimos casos en que cabía aplicar el aforismo de Salvador Dalí: “La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco”, lo que equivale a decir que conozco y respeto las reglas de un juego que tiene encesidad de un poco de novedad y anomia, pero dentro de los muy precisos límites establecidos en el mundo del arte.


Perniola, Mario. El arte expandido, Casimiro, 2016.



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