“Está descrito que la materia, los objetos, todo lo que vemos, son grumos, catástrofes ocurridas en el espacio plano, neutro e isótropo que había en El Principio. Son las llamadas Catástrofes de 1.ª Especie. Cuando a uno de esos objetos un agente extraño lo saca de su equilibrio, se inclina por algún destino impredecible arrastrando consigo a otros circundantes o muy lejanos, como una fila de fichas de dominó en la que la primera golpea a la siguiente. A esto lo llamamos Catástrofe de 2.ª Especie. El desierto, por plano e isótropo, es el lugar menos catastrófico. Salvo cuando la quietud se rompe porque un escarabajo arrastra una piedra, o en un pliegue nace una hierba, o un álamo encuentra agua y crece. Después, un marido, por fastidiar a su mujer, le tira los zapatos a la copa de ese árbol al que, como un punto atractor, se le irán sumando otros cientos. Y ésta es, obviamente, también una Catástrofe de 2.ª Especie.”

Nocilla Dream, Agustín Fernández Mallo




Desde la explosión de internet y la proclama de la Era Global nos rodeamos de imágenes y códigos visuales que producen y reproducen nuestras vidas. Es probable que éstas tuviesen su origen en la producción comercial, pero en su camino a la independencia han logrado imponerse como uno de los principales medios de socialización. Poco queda del valor indicial de la fotografía, y poco de la veracidad que le otorgábamos. Su valor reside ahora en la capacidad de consolidar discursos y crear narrativas propias. Pongamos por caso que una persona viaja a Paris y fotografía la Torre Eiffel. Su intención podría ser captar la belleza de su arquitectura. Ahora entremos en Instagram y busquemos #toureiffel. La colección de vistas del monumento desde el mismo punto de vista ofrece infinidad de lecturas sobre nuestra forma de estar en el mundo. Somos el hashtag de la torre Eiffel, somos todos los hashtags de  monumentos a lo largo del globo. Somos lo que las imágenes dicen que somos porque todos, en mayor o menor medida, contribuimos a la acumulación que nos define.


El valor de la fotografía como simulacro de realidad ha perdido importancia en favor de su potencial generador de interacciones cuantificables. Cuanto mayor es su impacto mayor consideración concedemos a la imagen, a menudo liberada de su creador. Inmersos en este delirio visual unos y otros hemos cedido a la incorporación de la fotografía como elemento principal de la comunicación con el otro. La utilizamos indistintamente para decir “me encuentro en este lugar”, “esto me conmueve” o “compra pan”. La imagen es ya un lenguaje universal.


¿Qué sentido tiene pues persistir en el uso de la fotografía como herramienta para el arte dada su progresiva banalización? En el camino a la reivindicación de su estatus como arte, la fotografía ha debido adaptarse de un tiempo en el que el acto fotográfico era un hecho excepcional, a otro en el que difícilmente encontramos un lugar físico a salvo de la presencia de alguna cámara. En un siglo la figura del fotógrafo ha pasado de ser insólita a, para muchos, prescindible. Porque ciertamente cualquiera puede ya “captar la realidad” con mayor o menor destreza utilizando tan sólo aquello que todos llevamos en el bolsillo. El nuevo fotógrafo no puede por tanto conformarse con tomar imágenes técnicamente correctas para apabullar con su enorme similitud con la realidad. No debería conformarse con repetir las estéticas de los fotógrafos de principios del siglo pasado, con una técnica todavía por explorar. Con la madurez la fotografía se ha vuelto necesariamente más compleja, polifacética y sofisticada. Fotógraf_ y espectador_ deben inevitablemente serlo también.


Con la renuncia del arte a combatir un sistema capitalista que parece inmune a la transformación, las nuevas formas tienden a constituir más bien un manual de supervivencia en el seno del sistema. La obra de arte ya no tiene como objetivo buscar realidades imaginarias o utópicas, sino desarrollar modos de existencia y de acción dentro de lo real ya establecido. Como parte de ese ecosistema, la fotografía suelta las armas para comenzar a preocuparse por contextos más cercanos. No en vano la fotografía contemporánea recurre a menudo a la exploración de la identidad en todas sus ramificaciones.







Catástrofes de 2.ª Especie


Decía Gerard de Nerval que “la hora de nuestro nacimiento, el punto de la tierra en el que aparecemos, el primer gesto, el nombre, la habitación, y todas esas consagraciones, y todos esos ritos que nos imponen, todo ello establece una serie dichosa o fatal del cual el porvenir depende por completo”. Más tarde estos accidentes se suceden y van tomando mayor o menor importancia en la construcción de nuestra identidad. Si tratásemos de desligarnos del peso de la educación, la cultura, la experiencia, el entorno y todas las circunstancias que nos han llevado a estar donde nos encontramos en este mismo instante, tan solo seríamos huesos y órganos. Pues las identidades se construye a partir de infinidad de Catástrofes de 2.ª especie, como una suerte de causalidad inconsciente cuyo origen está en el inicio de los tiempos.


Los artistas presentes en esta muestra utilizan la fotografía en medio de un proceso comprensión del mundo humano. A través del arte ponen en cuestión aquello que tienen delante en busca de una realidad menos plana. La fotografía es el vehículo que les permite generar las situaciones que provoquen el conflicto, que formulen la pregunta. El mecanismo legitimador.


Catástrofes de 2.ª Especie” reúne las obras de Alberto Feijóo, Pablo Casino, Sandra Ferrer, Carmen Gray, Mati Martí, Raúl Pérez, Paula Prats y María Tinaut. Las preocupaciones fundamentales de esta exposición giran en torno a la identidad de género (María Tinaut), la construcción de la feminidad (Mati Martí), la memoria en los objetos (Raúl Pérez), la búsqueda de significados (Alberto Feijóo), la exploración de la sexualidad (Sandra Ferrer), los afectos ligados al territorio (Carmen Gray y Paula Prats) o la identidad nacional en el exilio (Pablo Casino). En cada una de estas obras la fotografía desencadena un entramado de relaciones, afectos, consecuencias, flujos de pensamiento, búsquedas y reacciones a la progresiva desafección con el mundo a la que estamos abocados. Se trata de piezas intertextuales, hijas de la era de Internet, concebidas como borradores de ideas de lectura poliédrica. Los autores buscan en la fotografía el placer de jugar, de derribar las fronteras entre estética y cotidianidad, buscan la poesía y las subversiones, en un intento de establecer nuevas relaciones con el mundo.



Estela Sanchis, 
Texto del catálogo de la exposición Catástrofes de 2ª Especie, comisariado para Espai Rambleta, Abril 2019 

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